El diseño de las distintas oleadas de sanciones financieras por parte de la Casa Blanca, sus asociados europeos y el G-7 contra Rusia por la invasión de Ucrania ha tenido al dólar como instrumento de penalización. Desde la expulsión del Kremlin del sistema internacional de pagos Swift, hasta los intentos de congelar el acceso de la ciudad de Moscú a sus reservas de divisas o el tope al petróleo y al gas rusos a costo corrientes, el dólar, la moneda que acapara los flujos comerciales energéticos del planeta, ha perdido musculación internacional.
La llamada militarización monetaria de las represalias occidentales -o weaponización por su terminología en inglés-, fue concebida por la secretaria del Tesoro americano, Janet Yellen, y Mario Draghi, ex primer ministro italiano en la data de la invasión de Ucrania. Sin embargo, la táctica no ha sido plato de buen gusto.
Más bien, al contrario. La omnipresencia del billete verde en el juego geoestratégico creado por el tándem Yellen-Draghi para aislar al país atacante de la arquitectura financiera internacional no solo no ha impedido que el banco central ruso haya accedido a sus…