Más madera. La economía española ha vuelto a exhibir un tirón mayor que otras de su entorno. En un contexto complicado, creció un 0,3% trimestral entre julio y septiembre, a lomos de un mercado laboral que aguanta con sorprendente robustez y que tira con fuerza del consumo privado, según el avance difundido este viernes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). El ritmo de expansión se frena respecto al 0,4% que se registró en el trimestre anterior —y que a su vez el INE acaba de rebajar desde el 0,5% publicado antes—, una señal clara del enfriamiento que ya preveían los analistas. Pero la resistencia es meritoria. Muchos son los factores en contra: una elevada proporción de familias con hipotecas variables a las que les afectan las alzas de tipos; una inflación acumulada que todavía hace mella en el consumo; la restricción crediticia; el empeoramiento de las perspectivas de las empresas; una crisis industrial global; unos socios comerciales que solo logran crecimientos muy planos; la incertidumbre geopolítica… Y con todo, la actividad aguanta. La desaceleración se aprecia mejor al examinarlo en términos interanuales: el PIB engordó un 1,8% frente al 2% anotado en el trimestre precedente y el 4,1% que se dio entre enero y marzo.
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