El año que vivimos peligrosamente, el título de la laureada película australiana inspirada en las revueltas de 1965 contra el régimen de Sukarno en Indonesia, podría definir el estado de tensión permanente que la economía mundial ha registrado en 2023. En los últimos cuatro años, con la Gran Pandemia y el irreverente ciclo de negocios post-Covid como telones de fondo, han emergido disrupciones comerciales y logísticas, guerras en Europa como la de Ucrania, o el conflicto en Palestina, o escaladas de precios en materias primas energéticas, minerales y alimentarias.
Pero 2023 ha sido el ejercicio que más señales de resistencia activa ha generado en estos cuatro años. Incluso con fenómenos que se escapararon a la capacidad predictiva de los mercados como el colapso de varios bancos medianos americanos en primavera y cuyo contagio también se llevó por delante al emblema de las finanzas suizas -Credit Suisse- o de gestiones complejas como las espirales inflacionistas. Los primeros fueron abatidos en escasos meses y los segundos con más esfuerzos y dolor, a lo largo del año, aunque los precios de la órbita industrializada no se sitúen tan a…