Como lo hicieron sus abuelas y sus madres. Con la misma fina habilidad que heredaron de ellas, las liadoras de polvorones y mantecados siguen cumpliendo cada otoño con la tradición en Estepa, el pueblo hispalense de calles empinadas y testeras encaladas que realiza los dulces de Navidad que asoman estos días por los hogares de toda España, como convidación a reencuentros y abundantes comidas.
“En la acción de envolverlos a mano hay un componente psicológico. Todo el planeta recuerda la mano que se lo daba, la de una madre, que desgraciadamente bastante gente ya no tiene”, relata a El Independiente Antonio Rivero, el dueño de una deliciosa aventura familiar que reivindica los sabores y saberes más auténticos del mantecado local. En La Despensa de Palacio, su factoría, las máquinas aún no han reemplazado a las liadoras y a su ademán rápido y grácil de plegar las dos esquinas del papel.
Una labor femenina
María Jesús Jiménez, una de las empleadas más veteranas, recuerda su primera vez entre las dobleces de un mantecado. “Tendría unos diecisiete años. Había comenzado un año antes…