2022 cierra con la crisis energética extendida a toda la economía y transformada ya en una histórica crisis de inflación. En dos mil veintitres, dos modelos convivirán en la lucha por calmar el daño de las subidas de costes. Por una parte, los aumentos de los modelos de interés oficiales del Banco Central Europeo (BCE) que buscan provocar una recesión y ahogar la demanda. Por otro lado, las medidas centradas en los más frágiles y los límites como el tope al gas del Gobierno que han servido en los últimos meses para reducir el IPC (Índice de costes de consumo), del techo del diez con ocho por cien interanual de julio al cinco con ocho por ciento de diciembre.
Algo más de un año después de los primeros sustos en las facturas de luz y en las estaciones de servicio, la inflación es ya un inconveniente estructural. Las subidas de costes han pasado de ser un acontecimiento temporal, focalizado en el gas y los carburantes por el impacto de la invasión rusa de Ucrania, a extenderse a la mayor parte de la cesta de consumo, favoreciendo un golpe formidable al…