No todas las Nochebuenas son iguales. Ni tan familiares. Ni tan idílicas. EL PAÍS ha estado en tres puntos de España para pasar la velada más familiar del año con aquellos a los que les tocaba trabajar o con aquellos que sufren por lo que no tienen. En un centro de salud de Madrid, donde falta un médico que atienda las urgencias de la madrugada; en una cena organizada por la Fundación Arrels, en Barcelona, donde el objetivo principal consiste en dar calor de hogar a las personas sin techo, y con aquellos coordinadores marítimos de Cádiz que guían todos los días del año a los buques y evitan accidentes en el mar. En todos, una mesa más o menos puesta y, a falta de familia, compañeros con los que charlar. “Es un momento para sentirse amados y sentir que le importas a alguien”, dice Francina Alsina, voluntaria en una de estas cenas.
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