Los males europeos son tan conocidos como tantas veces agrandados, pero su sector empresarial suele quedar lejos de todo diagnóstico. Al menos hasta que un gigante extracomunitario como Saudi Telecom (STC) trata de convertirse en el primer accionista de una de las mayores empresas de telecomunicaciones del continente, Telefónica. Solo entonces brincan todas y cada una de las alarmas. La duda es si se podría haber hecho algo más, antes, para eludir el ataque a la tercera mayor teleco europea, vapuleada en Bolsa y —por tanto— muy barata para inversores extracomunitarios que asimismo se favorecen de un euro enclenque.
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