La oposición venezolana vive con sentimientos encontrados el exilio de Edmundo González Urrutia a España. Por un lado, se lamenta de que su marcha quite fuerza y legitimidad a su reclamo de tomar posesión en enero como presidente de Venezuela, como todo parece indicar que le corresponde después de lo ocurrido en las elecciones presidenciales del 28 de julio. Por otro, se alegra de que un señor de 75 años, padre, abuelo, esposo, se libre de ir a la cárcel y cuide su vida y la de los suyos, en peligro evidente desde que aceptó en abril representar a María Corina Machado, la líder de la oposición, en la contienda electoral frente a Nicolás Maduro, el presidente que se niega ahora a abandonar el poder.
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