Hace prácticamente 30 años, los economistas David Card y Alan Krueger desmontaron la doctrina económica dominante sobre el salario mínimo. En una investigación de mil novecientos noventa y cuatro concluyeron que el incremento del salario mínimo no siempre y en todo momento destruye empleo y que, de hecho, cuando lo hace semeja tener efectos negativos bastante limitados. Desde ese momento ha llovido mucho, estos dos economistas ganaron el Premio Nobel por sus aportaciones y, si bien algunas voces insisten en satanizar la medida como gran destructora de puestos de trabajo, cada vez son las menos. La evidencia se inclina en los últimos tiempos por los efectos negativos nulos o limitados en el uso, al paso que se comienza a estudiar el impacto positivo del SMI contra la desigualdad y la pobreza.
Hace unos días la OCDE, el llamado ‘Club de los Países Ricos’, se hacía eco de estos efectos “limitados” en el uso en su recomendación a los estados de elevar los salarios mínimos para hacer frente a la enorme escalada de los costes, que impacta más en los hogares más desfavorecidos. En las instituciones…