Varios diputados apuntaron al techo, cara los orificios de bala que dejaron los guardias civiles que un 23 de febrero de mil novecientos ochenta y uno penetraron en el graderío del Congreso. El nombre del cabecilla de aquel golpe, el teniente coronel Antonio Tejero, resonó múltiples veces en la Cámara. Las menciones no fueron solo al veintitres-F, también a la asonada franquista que desencadenó la Guerra Civil en 1936. Las palabras “golpe” y “golpista” iban y venían, rebotaban y salían nuevamente propulsadas de la derecha a la izquierda y de la izquierda a la derecha. Al concluir, en la mitad de un griterío ensordecedor, una imagen resumió el desenlace de otro pleno que pasará a la historia reciente de las grandes broncas parlamentarias: el miembro del Congreso de los Diputados del PP Mario Garcés hacía aspavientos con el brazo hacia la bancada socialista para simular cómo se refugiaron bajo sus escaños los entonces parlamentarios del Partido Socialista cuando Tejero entró a tiros en el Parlamento un día de hace cuarenta y uno años.
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