A la entrada del Palacio de Congresos de Sevilla donde este viernes empezó el 41º congreso del PSOE hay dos enormes arcos rojos que marcan el paso entre la calle y el interior con un cartel que pone “entra por la izquierda”, un giro del lema del cónclave. Uno tras otro, los dirigentes que los iban atravesando hacían comentarios irónicos parecidos: “Qué bien se está aquí dentro y qué duro es lo que hay ahí fuera”. Mientras los militantes les aplauden, les animan, se hacen fotos, los líderes no pueden evitar la sensación de estar en un castillo asediado por un goteo de decisiones judiciales que ha enrarecido la fase previa a un congreso que en principio estaba pensado para reforzar la unidad y consagrar el liderazgo absoluto de Pedro Sánchez después de los cinco días en los que amagó con dimitir y todo el partido se dio cuenta de repente de que nadie tenía la sucesión preparada.
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