Hay una inscripción en el muro de acceso a la fábrica: “Desarrollar vehículos de nueva energía es el único camino para que China pase de ser un gran país automovilístico a una potencia automovilística. Xi Jinping”. Así son las cosas en la República Popular: el liderazgo comunista fija el rumbo, desarrolla planes quinquenales, y años después las directrices se traducen en este incesante traqueteo hidráulico, el zumbido de las líneas de montaje, el coro de gruñidos metálicos que envuelven la inmensa nave. BYD, el gigante chino de los enchufables, ha abierto las puertas de una de sus factorías, ubicada en Xi’an, la capital ancestral del imperio chino, a un pequeño grupo de periodistas. La compañía -el nombre es un acrónimo de Build Your Dreams, construye tus sueños- se disputa con Tesla el puesto de primer productor global de eléctricos y la supera si se tienen en cuenta los híbridos enchufables.
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