El mercado lleva décadas empujando a los vinos jóvenes; sus sabores sencillos llegan a un público más amplio y su distribución ha arrinconado a los añejos en los puntos de venta, pero su raigambre en las bodegas ha evitado que la moda –traidora y fugaz– haya eliminado a los vinos de guarda de los botelleros. Cargan en su complejidad los años, el terruño y la historia de dónde se hacen. Son costosos de elaborar pero generan un capital cultural con el que impregnan valor a sus denominaciones de origen. No hay ningún problema en beber jóvenes pero, si te gusta la fruta, ha llegado el momento de madurar. El vino, como la vida, es mucho más complejo.
“El mundo del vino ha estado sometido a una dictadura de la juventud que impuso la apreciación de los bebedizos bisoños por encima de la de aquellos nobles elixires criados con paciencia en los rincones más oscuros de las bodegas”, afirma Carmen Fuentes del Sindicato del Gusto, asociación de expertos en gastronomía que organiza Los Vinos del Tiempo, el primer Salón de Añadas Antiguas y Vinos Añejos este…