España vive un verano de frágil tregua inflacionista. Si julio de 2022 marcó el pico de las subidas de precios de los últimos treinta y nueve años, el mismo mes de dos mil veintitres se mueve en unas cifras que cualquier gobernante o banquero central hubiera firmado doce meses atrás, cuando estaba ocho con cinco puntos más arriba, y lo peor de todo, no había visos de mejora. La actual situación dista mucho de aquella: el Instituto Nacional de Estadística ha confirmado este viernes que el IPC español cerró julio en el 2,3 por cien , muy cerca del 2 por ciento recomendado por el BCE. La caída de la electricidad sigue siendo definitiva para haber llegado a esa cifra: se paga un cuarenta y uno con nueve por cien más económica que hace un año.
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