En las últimas semanas hemos asistido a una polémica en medios y redes sociales a raíz de la publicación de un informe que el Ministerio de Trabajo encargó a la Fundación ISEAK en dos mil veintiuno sobre el impacto de la subida en el sueldo mínimo interprofesional (SMI). Este encargo procuraba complementar los estudios precedentes en la materia para obtener evidencia sobre la preocupación clave en el debate del SMI: la posibilidad de que la reducción de empleo y contrataciones generada por un mayor SMI supere las ventajas de mejores sueldos para una buena parte de las personas trabajadoras. Con el propósito de examinar más de forma profunda estos costos y beneficios, nuestro informe pretendía añadir así múltiples elementos que una evaluación anterior muy rigurosa del Banco de España no hacía. Por un lado, buscábamos incluir por vez primera a colectivos en especial afectados por las subidas del SMI como son las personas trabajadoras a tiempo parcial, personas que no trabajan el mes completo o que están empleadas en ámbitos como la economía familiar y la agricultura. Por otro lado, se establecía la meta de relacionar la subida del SMI con la desigualdad de ingresos y, de esta forma, poder ponderar asimismo los posibles beneficios de la reforma. Nuestra labor era, por lo tanto, poner más patentiza encima de la mesa y ofrecer la fotografía más completa y sincera posible de lo que muestran los datos libres.
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