El caso de corrupción que ha estallado en el corazón de la UE tiene un común denominador geográfico. Una línea de puntos que, si se une, lleva escrito el nombre de Italia. Todo el sistema se construyó en Bruselas. Pero en el epicentro de la trama se hallan varios italianos sin aparente conexión, alén de su nacionalidad. En el vértice del sistema, la investigación sitúa a Antonio Panzeri, un político italiano que llevaba veintitres años en Bruselas y al que prácticamente nadie recordaba estos días en su país. Un líder del Partido Democrático —con afiliación al Partido Comunista y a los movimientos sindicales— que pasó recientemente a Articolo 1, una capacitación nacida de una de tantas escisiones de la izquierda y que reclamaba una mayor pureza ideológica. Panzeri habría abierto el canal con Qatar para la presunta corrupción. Mas también, conforme apuntan los primeros documentos judiciales filtrados por la prensa italiana, tendría conexiones con Marruecos.
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