El pasado verano, el billete mensual de nueve euros que daba acceso al transporte urbano y de cercanías para toda Alemania resultó un reconocido éxito en la política del canciller Olaf Scholz. Se vendieron prácticamente 60 millones de unidades de esos tiques, una cantidad que equivale a decir que casi el setenta y cinco por ciento de la población de Alemania adquirió una vez ese billete.
De algo serviría a Scholz y compañía esa experiencia, valorada en 2.500 millones de euros y enmarcada en las tan rebosantes como costosas medidas puestas en marcha por el Gobierno alemán para luchar contra la inflación. En Alemania, la inflación está disparada por los costos energéticos a causa de la invasión de Ucrania por Rusia. Esta circunstancia se explica por una dependencia alemana del gas ruso forjada a lo largo de décadas y que sólo recientemente ha sido descuidada.
Ya a finales del año pasado se discutía en las altas instancias de Alemania cómo incorporar otro billete universal y económico para animar la movilidad en las urbes y sus cercanías. Resultado de esos esfuerzos es que, en Alemania, desde este lunes pudiese adquirirse el billete…