El capítulo VII del acuerdo salarial, que suscribieron hace un par de semanas empresarios y sindicatos, arranca con la siguiente frase: “Las organizaciones empresariales y sindicales firmantes de este pacto manifestamos nuestra preocupación por los indicadores de incapacidad temporal derivada de contingencias comunes”. Es una declaración de mucho calado, en especial desde la parte sindical. Es un reconocimiento de que el aumento en las bajas laborales por enfermedades comunes está produciendo problemas para las compañías y para los trabajadores. Ningún otro de los 4 precedentes AENC (Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva) incluía una sentencia de estas peculiaridades. El de 2015 fue el único que mencionaba las incapacidades temporales, pero no se manifestaba “preocupación” a este respecto.
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¿Lo llamamos absentismo?
Las bajas laborales por incapacidad temporal son, según las estadísticas, uno de los componentes del absentismo. No obstante, hay muchos expertos que aluden al matiz despectivo de esta palabra para no meter en exactamente el mismo saco las ausencias infundadas y las que se deben a procesos médicos. “Nosotros no hablamos de absentismo porque pensamos que en este país no hay un problema al respecto. No hay que frivolizar: debemos asegurar que no haya fraude en relación con las bajas laborales, mas se trata de algo anecdótico. Estamos persuadidos de que no hay que sospechar de cada baja”, indica el especialista en salud laboral de CC OO.
En el último AENC no se menciona la palabra absentismo, en contraste a los de 2018 y 2015. “La patronal pidió que se volviese a destacar el absentismo en este AENC. Fue algo muy debatido, pero no estábamos conforme”, señala Luján.
Durante el cuarto trimestre de 2022 la jornada semanal media pactada, según el INE, fue de 34,8 horas. “De estas, se pierden 5,7 horas por semana, de las cuales, dos con ocho son por vacaciones, dos con tres horas por bajas por incapacidad laboral y 0,3 por maternidad o paternidad”, explica el INE. El cero con tres sobrante se debe a otros motivos, como otros permisos retribuidos o por conflictivdad laboral. En una comparación histórica, las siete horas mensuales que ahora se pierden por incapacidad temporal son un récord, 1,3 más que en 2019 y prácticamente el doble que en 2012, cuando fueron 3,6.
La experta de la Univeridad de les Illes Balears, experta en absentismo, asegura que ha investigado mucho el fraude. “Pero no hay datos. Es un fenómeno oculto. Ahora es imposible conocer su dimensión”, critica. Por su experiencia en la materia, piensa que las bajas fraudulentas “no están extendidas de forma general” y que, cuando se dan, lo más habitual es que “no haya molicie o mala fe”, sino tapan necesidades de conciliación no satisfechas o se deben a enfrentamientos laborales no resueltos. Además, piensa que habría que proponer cambios en la naturaleza de ciertos puestos, singularmente los más físicos, para acortar ciertas bajas: “En España solemos volver cuando estamos recuperados para hacer exactamente la misma tarea que antes de la enfermedad. Sería una buena idea proponer cambios de tareas o comenzar por menos horas y aumentar la jornada progresivamente (con exactamente el mismo suledo y con cargo por la parte no trabajada a la Seguridad Social)”.