Los primordiales bancos centrales, entre ellos el Banco Central Europeo (BCE), están combatiendo contra la inflación en dos frentes: con las subidas de las clases de interés oficiales (el más visible por su impacto en el euríbor) y con la reducción de las compras de deuda pública y privada. Las dos actuaciones persiguen el mismo objetivo. Básicamente, endurecer las condiciones de financiación (de hipotecas y del resto de préstamos) para ahogar la demanda de las familias y la capacidad de inversión y de gasto de estados y empresas, y contener así las subidas de costes. Esta estrategia acepta el peligro de una recesión económica. Y, en consecuencia, de un aumento del desempleo y de sufrimiento para los hogares. Como esta misma semana aceptó fríamente el presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, cuando la senadora demócrata Elizabeth Warren le espetó que sus decisiones dejarán a un par de millones de personas sin trabajo en E.U., a lo largo de su comparecencia en la cámara alta del Congreso de la primera potencia mundial.Las justificación de esta contestación a la crisis de costes está en la ortodoxia económica. Conforme la cual, es mejor una recesión que una inflación estructural que esté lejos del…
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