Las empresas españolas pagan el impuesto de sociedades únicamente sobre una parte de sus beneficios y no sobre el total de sus ganancias. Esta separación entre el resultado neto y la base sobre la que después se calcula el gravamen es una constante que sucede desde hace más de 15 años en España, cuando estalló la crisis financiera. Y 2023 no fue una excepción. El pasado ejercicio, las compañías registraron un resultado neto de casi 300.000 millones de euros. Sin embargo, de ese volumen, únicamente 176.500 millones (el 58,8%) fueron a parar a la cantidad sobre la que posteriormente se aplica el tipo impositivo correspondiente. La cuestión no es menor, ya que del tamaño de esa cuantía dependen buena parte de los ingresos públicos.
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