La polémica ha entrado por la puerta de Twitter de la mano de Elon Musk. Los cambios internos no han dejado de sucederse, bien por la propia decisión de su dueño o bien porque los empleados han mostrado su disconformidad con la nueva política de la compañía. Así, la plataforma ha ido desmantelándose entre despidos y ceses voluntarios. Todo ello ha acabado afectando a las oficinas de Bruselas, que se han quedado vacías y sin la fuerza laboral que se encargaba de los asuntos europeos. Principalmente, la regulación.