Dedicó a Dalí artículos ofensivos en los que pasó de situarlo como un “émulo de aquel Picasso frío, duro y académico” a tildarlo directamente de “demente” tras la publicación del libro La femme visible. No ahorró bilis a la hora de valorar al joven Miró con motivo de su primera exposición en las Galerías Dalmau en 1918: “No padece la terrible timidez de casi todos los principiantes; es un magnífico atrevido y un espíritu permeable a las corrientes modernas… pero eso sí, por ahora, un detestable colorista”. Y embistió sin piedad contra los artistas parisinos de vanguardia: “son demagogos, malos, groseros, perezosos, disgraciosos, tan poco pintores, tan desorientados, que desorientan al espectador de buena fe, es necesario que conozcan a los impresionistas […]. La pintura de última hora está en manos de los charlatanes entre los que todavía destacan Matisse y Picasso, los grandes culpables”.
in Actualidad