Hace tres años el planeta ya contenía el aliento frente al veloz avance del virus, mas nada hacía augurar aún que la economía iba a darse la vuelta como un calcetín en cuestión de horas. Que la actividad iba a quedar artificialmente hibernada. Y que el planeta, en fin, esperaría durante meses a la espera del desconfinamiento. En ninguna cabeza entraba la posibilidad de la mayor recesión jamás vivida en tiempos de paz. Y tampoco que esa paz estaba a punto de saltar por los aires con la primera guerra en suelo europeo desde la de los Balcanes. Que la energía y las materias primas batirían máximos históricos. Que las cadenas de valor se tensarían hasta niveles inimaginables. Y que la mismísima globalización, imparable a lo largo de décadas, quedaría en cuestión.
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