El compromiso de China de acabar con la Covid mediante el cierre de grandes ciudades como Shanghái amenaza con provocar una fuerte sacudida a su vasta economía, ejercer más presión sobre las cadenas de suministro mundiales y alimentar aún más la inflación.
Shanghái, sede del principal centro financiero de China y de algunos de sus mayores puertos y aeropuertos, lleva 12 días bloqueada, y no hay señales de que vaya a terminar.
Las pequeñas empresas se han visto muy afectadas, con tiendas y restaurantes que se han visto obligados a cerrar. Tesla, así como muchos fabricantes chinos y taiwaneses, no tienen claro cuándo podrán volver a poner en marcha sus fábricas. Mientras tanto, los retrasos en los puertos empeoran y las tarifas de los fletes aéreos se disparan, lo que ejerce aún más presión sobre el comercio mundial.
Las estrictas restricciones han disipado cualquier expectativa de que el país pueda relajar su enfoque de tolerancia cero hacia Covid-19.
El presidente Xi Jinping ha prometido “minimizar” el impacto económico de su política de Covid, pero el deterioro de la situación en Shangai -y el bloqueo prolongado- plantean duros interrogantes sobre el enfoque de Pekín ante los brotes de Omicron, una variante mucho más infecciosa del virus original.
La situación en Shanghái, que cuenta con el mayor puerto de contenedores del mundo, ha hecho que los retrasos en el transporte marítimo empeoren, ejerciendo más presión sobre las cadenas de suministro mundiales. Aunque las autoridades chinas afirmaron que el puerto de Shanghái sigue operativo, los datos del sector mostraron la semana pasada que el número de embarcaciones a la espera de cargar o descargar se había disparado hasta un máximo histórico.