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Los delitos financieros roban 3,2 billones de euros a la economía mundial
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Los delitos financieros se pueden narrar como un thriller. Primero el título. El coste anual de esta habitación donde nunca se filtra un rayo de sol es de 3,5 billones de dólares (3,2 billones de euros). Más que el PIB del Reino Unido. Este es el cálculo de la consultora EY. Después, un fragmento de celuloide, de un engaño que lo filman, incluso, chicos de 20 o 30 años.

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Negocios sucios que destruyen la naturaleza

Los delitos financieros no son números digitales atravesando complejas redes de conexiones que cruzan mares para terminar en el archivo de un ordenador. La destrucción de la tierra y ecosistemas es uno de los “negocios” más rentables del planeta. Los crímenes ambientales, acorde con el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI, por sus siglas en inglés), generaron en 2021 entre 110.000 y 281.000 millones de dólares (de unos 100.000 a 256.000 millones de euros) en beneficios criminales cada año. Solo los forestales (tala ilegal y desmonte clandestino) producen hasta 152.000 millones de dólares (140.000 millones de euros). Roban mucho más que dinero. Sustraen el desarrollo social y económico, la salud, la seguridad pública y humana. Alientan la corrupción debido a sus vínculos con el tráfico de drogas y el trabajo forzoso. 
Este dinero sucio se aprovecha del secreto financiero —que los delincuentes utilizan para ocultar su identidad, facilitar las operaciones y lavar el producto del crimen— convirtiéndolo en su trinchera. Investigaciones de la plataforma InSight Crime sugieren que el problema es todavía mayor al tiempo que crecen los vínculos del narcotráfico y las redes de blanqueo en Brasil, Colombia, Perú y Ecuador, que ha destapado, violentamente, estos días, toda una compleja cloaca para mover droga y muertos. 
Al norte, en México, en la Sierra Madre Occidental (Chihuahua), la etnia tarahumara (o rarámuri) lleva 15.000 años habitando esas colinas y montañas verticales al igual que paredes donde practican los escaladores. Pero tienen un problema. Es una de las principales zonas madereras del país y el narco ha talado miles de árboles. Sin ellos desaparecen las ovejas, su medio de existencia. Las mujeres tejen (emplean un año) las cobijas para dar a luz, resguardase de los -20ºC que se descuelgan sobre la sierra en invierno y son también su sudario mortuorio. 
“Les han robado el arewá [alma]”, lamenta Sofía Mariscal, que a través de la Fundación Marso trata de protegerlas y devolverles su dignidad. “Quieren llevárselo todo / Dejar mi tierra sin nada / Mi familia sufre hambre/ Mi bosque sufre la tala/”, canta Raprámuri, contra un futuro de cemento. “Confiscar fondos ilícitos y activos físicos relacionados con la deforestación no consiste solo en castigar a los criminales y demostrar que “se hace justicia”, indica Juhani Grossmann, director del programa Corrupción Verde del Instituto de Gobernanza de Basilea. “También resulta fundamental prevenir la deforestación futura, pues al hacerlo evitas que los fondos se reinviertan en esta actividad”. 
Quizá donde el verde se confunde con el negro sea en el Amazonas. Sin su oxígeno, el planeta es un enfermo crónico incapaz de exhalar. De las más de 300 operaciones, entre 2016 y 2021, efectuadas por la Policía Federal brasileña —revela Melina Risso, directora de investigación del Instituto Igarapé—, dirigidas a combatir delitos ambientales en la Amazonia, el 30% involucraron fraude, 64% (corrupción) y 61% (lavado de dinero). La geometría del crimen tiene cuatro lados. Agricultura ilícita, acaparamiento de tierras públicas, tala ilegal y minería clandestina. 
Y con un oro que supera los 2.000 dólares la onza (28,34 gramos) la tentación de explotaciones ilegales cubre los países auríferos de América Latina con una falsa promesa dorada. “Su naturaleza y la forma en la que se refina hacen muy fácil esconder que ha sido extraído ilegalmente”, advierte Juhani Grossmann. Los minerales críticos para la transición verde también entran en el revés de la trama. Al participar las empresas estatales aumenta el riesgo de corrupción. Más políticos y menos cuentas justificadas. “Nada es en vano y por eso migro / Huyo también porque corro peligro/ Este es mi suelo, este es mi aire/ Y no comprendo de que me aparten/ De esa esa avaricia que les invade/”. Versos contra la inequidad de Raprámuri. 

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