“He visto cosas que no creeríais: naves ardiendo alén de Orión”. Si no fuera por la coda final, aquella icónica secuencia final de Blade Runner (1982) bien podría haberse escrito pensando en lo ocurrido en el ámbito energético europeo en el año recién terminado. Absolutamente nadie, ni siquiera los más agoreros, hubiesen podido pronosticar una guerra en Europa y una sacudida tan transversal, del gas a la electricidad pasando por los carburantes. Mas tampoco nadie, ni tan siquiera los más partidarios de introducir reformas beligerantes en el funcionamiento de los mercados de energía, hubiesen podido imaginar que en menos de 10 meses se sucederían tantos cambios que, a su vez, abren la puerta a reformas de largo plazo que antes no estaban —ni remotamente— en la lista de tareas más inmediatas.
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