El proyecto Superilla ha conseguido ser el catalizador de una discusión urbanística interesante y seguramente necesaria, pero asimismo desgraciadamente, lejos de un debate sereno y constructivo que cualquier día espero podamos hacer, ha desvelado una actitud reaccionaria y contraría a la ineludible adaptación que las ciudades deberán hacer frente a la crisis climática y social que sufrimos.
Frente a las que estamos persuadidas de que hace falta una apuesta decidida para priorizar la salud y la vida en la ciudad mediante un proceso de regeneración urbana que deje amoldarla a los efectos del cambio climático, progresar la calidad ambiental e incentivar la cohesión social, ha aparecido una corriente de carácter retrógrado que sigue pensando que mejor no mudar nada, no sea que lo estropeemos, o mejor dicho, que estropeemos sus negocios privados, confiando ciegamente en una solución de continuidad.
Consciente de la emergencia, el Municipio de Barna a lo largo de los dos últimos mandatos ha procurado aportar propuestas y proyectos específicos, probablemente perfectibles, mas que sin duda permiten avanzar y aportar respuestas a la crisis ambiental y social que sufrimos. Como por poner un ejemplo el proyecto Superilla y los ejes verdes en el Eixample, entre otros muchos. En cambio, la corriente retrógrada se ha dedicado a criticar y torpedear de manera sistemática las propuestas, sin, hay que decirlo, aportar ninguna solución opción alternativa. Aplicando de forma sistemática estrategias de desinformación e insistiendo en falsos mitos para producir un estado de opinión contrario a las propuestas, y finalmente llevando la cuestión al campo judicial por diferentes vías.
Ayer conocimos la sentencia del Juzgado de lo contencioso-administrativo número 5 de Barcelona como contestación al recurso que había presentado la entidad Barna Oberta al proyecto de eje verde de la Calle Consell de Cent. La sentencia condena al Ayuntamiento de Barcelona a…