Marina trabaja como empleada del hogar en un domicilio. Llega muy temprano, antes de que tanto el padre como la madre se vayan a trabajar. Por la mañana limpia la casa, hace la comida, recoge a los niños y los cuida durante la tarde. “Mis jornadas duran unas 12 horas, si bien cobro ocho. Tengo que aguardar a que vuelvan y ellos siempre trabajan más de esas 8 horas”, explica esta hondureña de 48 años. Cobra en torno al sueldo mínimo (1.080 euros al mes), sin retribuciones extra por esas cuatro horas de más. Javier Graña, trabajador en una gran empresa telefónica, sí percibió a lo largo de años un salario alto a cambio de sus jornadas maratonianas, “pero te aseguro que no vale la pena, terminé con ataques de pánico y un inconveniente de ansiedad terrible”. Este gallego de 53 años acabó necesitando una baja tras pedir ayuda sanitaria. Raquel Lomas, de 29 años, es médica en un hospital público. Como sus compañeros, en ocasiones hace guardas de veinticuatro horas seguidas. “Para que no tuviéramos que hacerlas tendrían que contratar a considerablemente más personal y las administraciones no están dispuestas”, indica.
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La brecha de género ocasionada por los horarios
Uno de los factores que mantiene la brecha en la nómina de hombres y mujeres en España, según explican los sindicatos, son los complementos salariales. Esas partidas auxiliares premian primordialmente la disponibilidad o permanecer más horas en el puesto. “Estadísticamente, un hombre tiene mayor capacidad vital y familiar para asumir horarios que impiden la conciliación”, explica Stinus. Además, justo por esa mayor disponibilidad, “es más probable que opten a ascensos”. Para finiquitar de reforzar este desfase, cogen más jornadas parciales para cuidar, por norma general por obligación. “La problemática de los horarios en España, tan desorganizados, impacta en las condiciones de vida de las mujeres”, añade Stinus, persuadida de que es precisa una mayor regulación de los tiempos de trabajo para corregir esta situación.
Esta especialista, autora de la tesis doctoral Conciliar trabajo y familia: ¿ilusión o realidad? —en la que compara el caso español con el noruego—, cree que en España vamos con retraso. “Allí todos comprenden el beneficio económico de permitir conciliar en igualdad. Ellos van 40 años por delante de nosotros”. Por poner un ejemplo, en el norte de Europa hay más flexibilidad horaria, las empresas facilitan que las jornadas laborales coincidan con las escolares, el sistema de actividades extraescolares es más robusto, no hay pausas largas a mitad de la jornada, hay más servicios públicos de guardería… “Los horarios son el tejado, mas hay mucho más que encarar para que la conciliación resulte posible”, añade Stinus.
Con todo, como el resto de especialistas, Stinus insiste en que el cambio más esencial es de mentalidad colectiva: “El ideal del trabajador perfecto debe dejar de ser el del hombre que está miles y miles de horas dándolo todo. En otros países se comienza a ver como algo negativo, desde la perspectiva de los recursos humanos, que un trabajador sea tan presentista. ¿Seguro que será un buen jefe de equipo?”.