“Hace demasiado calor”, confiesa un empleado de la cadena de perfumerías valenciana Druni el veintiuno de diciembre, primer día de invierno, en la tienda de la Gran Vía de la capital española. El hombre se sonríe y con un gesto de la cabeza da a comprender que la puerta abierta de par en par y la calefacción alta son inevitables en el menester comercial. “Es que en la Gran Vía…”, se disculpa. El trabajador tiene razón: por toda la calle se observan puertas abiertas y en las entradas se oyen zumbar las cortinas de aire caliente, extraño el gremio a las medidas de ahorro y eficiencia energética impuestas por el Gobierno cuando los costos del gas más subían, en verano. Por no obedecer, en la Gran Vía hoy no lo hace ni la farmacia.
El gobierno aprobó el 1 de agosto un decreto que fuerza a no subir la calefacción de diecinueve grados cuando hace frío, ni bajarla de veintisiete cuando hace calor. Si en verano hubo quejas airadas –el Gobierno de la Comunidad de Madrid lo recurrió frente al Tribunal Constitucional,…
