Los milicianos fueron reclutados en un número importante por ambos bandos al comienzo de la Guerra Civil. Sin embargo, hubo una marcada diferencia. En la zona rebelde o franquista, la autoridad se centralizó de forma rápida en los jefes militares, eliminándose todo intento de organizar cualquier clase de autonomía. Los voluntarios carlistas, o requetés, y los falangistas se encontraron bajo control militar desde el comienzo, e, del mismo modo, mandados por jefes y oficiales profesionales, que no escaseaban.
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