Benedicto XVI pasará a la historia no solo por haber dimitido de un cargo hasta ese momento vitalicio, sino por haber dado vida a la figura del papa retirado, que es realmente el que hereda esa condición. Ha sentado un precedente —una suerte de jubilación voluntaria— que puede mantenerse o no, dependiendo de lo que decidan sus sucesores. Su renuncia, un acto de libertad total, prácticamente sin precedentes si exceptuamos el cese de Celestino V en el siglo XIII, es un hecho tan sobresaliente que dominará por siempre su notable biografía eclesiástica.
Seguir leyendo