Pocos países europeos tienen un vínculo tan íntimo —por la historia en ocasiones trágica, las migraciones y exilios, los intercambios comerciales, la proximidad geográfica y cultural— como España y Francia. Muy pocos comparten en tantos aspectos su visión sobre la Unión Europea y su papel en el mundo. La amedrentad que une ahora a ambos vecinos —y en ocasiones, anteriormente, los ha separado— se plasmará este jueves en el ambicioso Tratado de Barcelona, un pacto a dos bandas que equiparará la relación hispano-francesa con la franco-alemana o la franco-italiana.
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