Pedro Sánchez sufre unas emergencias legislativas, constitucionales o urinarias muy confusas y urticantes, y ya no sabe uno si desea que los del Tribunal Constitucional se cambien de sexo o decirles a los indepes que no siempre y en toda circunstancia solo sí es sí. Todo está en el mismo papeleo, en exactamente la misma carrera, en exactamente la misma sesión donde los diputados deben votar con chuleta y casi a caballo. Entre las enmiendas al Código Penal o a leyes de procesión se cuelan modificaciones de las leyes orgánicas del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional, sin debate, sin tiempo, sin garantías, como si Sánchez se fuera por la pata abajo legislativa. A uno, la verdad, lo que le parece inaudito no es que al Constitucional se le plantee si las leyes orgánicas se pueden alterar así, como en el estribo del tranvía del Congreso y de la Constitución, una cosa que podría ser inconstitucional además de vacilona, sino Sánchez esté legislando con estas diarreas y picores. Sánchez tiene un indisimulado apretón, Sánchez tiene mucha prisa, y es lo que huele a chamusquina, más que el TC…