El capítulo acaecido en Italia la pasada semana es un claro aviso a navegantes. La fiscalidad de un país no es un juego del Monopoly para que políticos sin oficio ni beneficio y que juegan a las casitas con el dinero del país prueben a coger de aquí y de allá, pensando, erróneamente, que gobernar consiste básicamente en gestionar tributos, como si de un sheriff de Nottingham en la era Robin Hood se tratase.
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