El año dos mil veintidos cerrará en mínimos de la última década en número y volúmenes de salidas a Bolsa (IPO, por sus siglas en inglés), afectando sin salvedad a todos y cada uno de los mercados geográficos mundiales. La negativa evolución de los mercados de renta variable, con la consecuente penalización extendida en las compañías cotizadas, y el difícil contexto geopolítico y macroeconómico, han supuesto un claro desincentivo a que las compañías hayan buscado la salida a los mercados bursátiles como vía de financiación o como estrategia de desinversión de antiguos accionistas. El cuestionamiento de las valoraciones de parte del campo tecnológico cotizado ha supuesto también el pinchazo de la burbuja de las SPAC (Special Purpose Acquisition Companies), que habían alentado el mercado de salidas a Bolsa en EE UU en pasados ejercicios.
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