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Moliendo café
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En mi vida hubo un antes y un después de la llegada de la Nespresso. Aquella máquina iba a cambiar mis hábitos, principalmente el de bajar al bar a hacer el café con leche de la mañana o el cortado de después de comer. Porque como el café del bar no había ninguno, con su espumita, recién hecho, recién molido, recién todo. Pero los de la Nestlé copiaron muy bien lo que era el café de bar. Alguno de sus creativos debió de decir en voz alta: lo más importante es que nos salga con cremita por encima. Y lograron un sucedáneo que daba bastante el pego. Y todo gracias a unas cápsulas con las que pronto nos íbamos a familiarizar y que no íbamos a encontrar en ningún súper. Solo se podían comprar en una especie de boutiques del café, como si fuesen lingotes de oro del siglo XXI.

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