El 8 de octubre, mientras los casi 10 millones de israelíes empezaban a asimilar que el ataque de Hamás en la víspera había sido la jornada más letal en los 75 años de historia del país, Gideon Avital-Eppstein se plantó solo en el bulevar Kaplan de Tel Aviv con tres pancartas. Los lemas eran “Bibi [el primer ministro, Benjamín Netanyahu] es responsable”, “Sal de nuestras vidas y de nuestros muertos” y “Es el momento”. La última era una respuesta a “No es el momento”, la frase de consenso cada vez que alguien pide la cabeza de Netanyahu por el enorme fiasco de seguridad que permitió el ataque, su política hacia Hamás durante más de una década y su rechazo a entonar el mea culpa mientras los líderes militares asumen su responsabilidad uno detrás de otro.
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