El asalto a las principales instituciones de Brasil perpetrado el 8 de diciembre por una turba de partidarios del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro representa un nuevo recordatorio de las crecientes amenazas que se ciñen alrededor de la democracia en el mundo. El episodio, como el ataque al Capitolio de EE UU hace dos años, destaca por el valor emblemático del uso de la fuerza, pero se inscribe en un amplio marco de síntomas de deterioro global del tejido democrático.
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