El Gobierno de coalición noruego, dirigido por el laborista Jonas Gahr Støre, termina de dar luz verde a las empresas de gas y petróleo de su país a fin de que acentúen sus inversiones de exploración y extracción de los estratégicos yacimientos de hidrocarburos del Mar de Barents. El propósito es asegurar el flujo energético de Europa, la manida justificación de los daños colaterales surgidos de la guerra de Ucrania, y la consiguiente obligación de incentivar la busca de nuevas balsas de energía fósil.
Este viraje no responde a una causa coyuntural, sino a un cambio de prioridades en toda regla. Se trata de un punto y aparte en la concepción sustentable y digital que la potencia energética escandinava empezó en dos mil diecisiete. Esta plan de actuación la ha aupado a posiciones de vanguardia tecnológica y de neutralidad energética internacional, merced a una larga lista de enseñas nacionales en innovación que van desde la digitalización de los servicios aeroportuarios hasta su liderazgo en ventas de automóviles eléctricos o el primer vuelo comercial doméstico con combustible renovable.
La marca Noruega había dado…