El acontencimiento pasó más bien desapercibido. Múltiples sucursales del Metro Bank al oeste de la ciudad de Londres se vieron asediadas de súbito por hordas de clientes que demandaban que les devolvieran su dinero y les entregasen sus joyas guardadas en cajas de seguridad. Era mayo de dos mil diecinueve, y se había corrido la voz mediante WhatsApp de que su ruina estaba próxima. La entidad respondió que se trataba de rumores sin fundamento. Cayó en Bolsa, mas terminó calmando los ánimos y sobrevivió. Cuatro años después, una nueva hornada de pánicos bancarios asola E.U. y Europa. Y en todos llama la atención una cosa: no se han producido colas o estas han sido intrascendentes para la fortuna final del perjudicado.
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