Hacía frío, mas cientos y cientos de personas esperaban desde ya antes del amanecer su turno para comprar letras del Tesoro. Las largas colas a las puertas del Banco de España fueron el pasado febrero la imagen más llamativa de una realidad: la de los ciudadanos en busca de rentabilidad para sus menguantes ahorros, golpeados por una inflación que no da tregua desde hace un par de años. Las filas —en las que proliferaban jubilados, menos familiarizados con la operativa tecnológica— han desaparecido por el hecho de que ahora es preciso pedir cita anterior para realizar la operación presencialmente, mas eso no quiere decir que el interés haya decrecido: según datos recientes, a finales de febrero los particulares tenían siete mil seiscientos trece millones de euros en letras públicas, la cantidad más alta de la historia y más del doble que un mes atrás.
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