Se acerca el final del Mundial. Ya miro de reojo la maleta y le hago gestos cada vez más locuaces a fin de que se abra ante mí, pero como es un objeto inanimado no lo hace y me veo inútil de captar su auténtico yo. ¿Deseará volver?, me pregunto. Pronto la voy a abrir en canal a través de la cremallera, la rellenaré como a un pollo en Navidad y meteré en su interior ropa sucia, limpia, regalos feos y muchas cosas más. Toallas del hotel he decidido que no pues acá los ladrones están muy mal vistos, aunque escribir anécdotas desde la prisión subiría mucho el nivel de mis escritos. Recuerdos tampoco los introduciré por el hecho de que detesto las metáforas cursis. Además, no le voy a confiar algo tan íntimo a una maleta que ni siquiera me contesta cuando le hablo.
in Actualidad