Cómo pararle los pies al acosador sexual sin que el hecho de sentirse rechazado le haga enfadar. Esa era la gran preocupación de las presuntas víctimas de Plácido Domingo cuando ejercía de divo “intocable” del mundo operístico y se permitía propasarse en el mismo teatro y, según aseguran esas mismas colegas de profesión, desestabilizarlas con insinuaciones fuera de lugar o llamadas a altas horas de la madrugada. “Que no se enfade Plácido”. “Él era un Dios”. “Era intocable”.
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