Deberíamos empezar preguntando por qué es la productividad importante. La respuesta es sencilla: porque es determinante para que las economías progresen. Y esto es así porque los incrementos de productividad dejan que medre la renta per capita; contribuyen a la mejora de la competitividad de las compañías, lo que a su vez les deja ganar presencia en los mercados internacionales, y permiten que aumenten los sueldos sin producir tensiones inflacionistas ni aumentos del desempleo. Además, el desarrollo de la productividad —y los aumentos de sueldos que lleva consigo— es un factor clave en la capacidad de atraer y retener talento por las compañías, organizaciones y territorios, y deja asimismo el incremento del salario mínimo al que acostumbran a optar los trabajadores menos cualificados, promoviendo así la reducción de las desigualdades. Por último, permite mantener el sistema público de pensiones en particular y el Estado de bienestar en general.
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