Dos años una vez que la SNCF comenzase a operar en España mediante su filial de bajo coste Ouigo, la española Renfe sigue esperando las autorizaciones precisas por parte de las autoridades galas para poder operar en el país.
La sociedad conjunta que mantenía con el operador francés (Elipsos) ha tenido un punto y final y los servicios transfronterizos entre Barcelona y París los presta de manera individual la SNCF. Tras la ruptura, la operadora de España confía en poder operar pronto asimismo a solas al otro lado de la frontera para conectar las ciudades Lyon-Barcelona y Marsella-Barcelona con los trenes Alstom que usaba hasta el momento.
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De instante, ya le han asignado los llamados ‘surcos‘, o frecuencias de uso de la infraestructura. La compañía que dirige Isaías Táboas también ha pedido el certificado de seguridad, que está en proceso por la parte de las autoridades francesas y que esperan que pueda estar listo pronto. Esto depende del Establecimiento Público de la Seguridad Ferroviaria (EPSF), un organismo diferente a la filial de la SNCF que gestiona la red. También desea operar el trayecto Lyon–París, aunque puede tardar más tiempo.
Respecto a la ruptura de la sociedad conjunta que pusieron en marcha en 2013, Renfe no comparte los motivos que alega la SNCF para haber puesto fin a la aventura conjunta. Según Renfe, la sociedad que compartían, bajo la marca ‘Renfe-SNCF en cooperación’, acumuló cinco con cinco millones de viajantes en las rutas entre Barna, Lyon y París, y la villa de Madrid y Marsella desde 2013.
Tras el anuncio en febrero de la negativa a extender el pacto más allá de este mes de diciembre, desde Renfe expusieron que hay una expectativa de recuperar la demanda internacional, lastrada en los dos últimos años por la pandemia.
En este sentido, creían que a corto y medio plazo, ambas compañías estaban en condiciones de obtener el equilibrio financiero, como de estudiar la entrada en nuevos negocios, para seguir prestando servicio en los tráficos internacionales.
Pero desde el operador galo aseguran que la compañía compartida arrojaba pérdidas desde sus inicios de diez millones de euros al año, lo que suma cien millones de números colorados desde el momento en que comenzó a operar.
Desde el propio Gobierno español se ha mostrado el malestar ante las dificultades que está encontrando Renfe para acceder a un mercado liberalizado a nivel europeo como el de la alta velocidad. Diferentes cargos del Ministerio de Transportes han reclamado durante los últimos meses mayor agilidad por la parte francesa para abrir sus redes a la competencia como ocurre en el caso de España, donde ya hay tres operadores en liza.