Sobre el papel, retrasar la edad de jubilación favorece la sostenibilidad del sistema de pensiones, puesto que provee de cotizaciones a la caja pública durante mayor tiempo, y, a la vez, permite al futuro pensionista obtener una prestación más alta al beneficiarse de bonificaciones. Pero posponer el retiro tiene efectos negativos sobre la salud y la esperanza de vida de quienes deciden hacerlo. Especialmente en aquellas personas de entre 60 y 69 años, cuya tasa de mortalidad aumenta considerablemente por cada año extra que suman a su trayectoria profesional. Así lo señala un estudio publicado este miércoles por Fedea, en el que se remarca que, por esta razón, los beneficios fiscales no compensan el riesgo asociado al retiro demorado.
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