La nueva llegó pasadas las diez de la mañana. Joseph Ratzinger, el papa retirado Benedicto XVI, había fallecido en su apartamento del convento de Mater Ecclesiae a las nueve y treinta y cuatro (misma hora en la España peninsular). El planeta estaba prevenido del declive de su salud desde el momento en que el pasado miércoles, durante la audiencia general, el papa Francisco alertase de que estaba gravemente enfermo. Su muerte pone fin a diez años de inédita convivencia pontificia —Ratzinger renunció en dos mil trece dando pie a la elección de Jorge Mario Bergoglio— y abre ahora un escenario nuevo para el funeral del papa emérito, que se festejará el próximo jueves, después de que su cuerpo haya sido expuesto entre el lunes y el miércoles en la basílica de San Pedro.
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