El presidente del Tribunal Constitucional tiene una faceta medio oculta de dramaturgo. Es autor de una obra teatral –enfrenta en el escenario a Dios y al diablo–; otra en camino –E l Juicio –; y, en la propina de su orden al frente del Alto Tribunal, está firmando el guion del peor Constitucional de la historia. Pedro González-Trevijano sostenía en El País hace 3 meses que los juristas son “casi todos gente conservadora, por el hecho de que el derecho es una ciencia conservadora”. Lo que no es ciencia, sino injerencia, es la “escenificación de ese comportamiento”, denunciado aun por los colegas de pleno, como la jueza María Luisa Balaguer, con la misión de bloquear las instituciones a instancias de un partido o por interés propio.
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