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“Si no sufrimos no somos argentinos”: un país entre la alegría del triunfo y el vértigo de una derrota
elpais.com

Los aficionados festejan en el café de Palermo.

Ha sido lo más similar a una explosión. En el bar de una pequeña esquina de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, un grupo de argentinos contuvo la respiración y los nervios durante ciento veinte minutos. Lloró entonces con los penales, chilló con toda la fuerza posible las dos atajadas del Dibu Martínez y entró en éxtasis cuando Gonzalo Montiel la embocó bajo los tres palos. Entonces llegó otra vez el llanto. La sensación de que una derrota sería la cosa más injusta del planeta cargó la bomba del desahogo. Ha sido la metáfora de un país entero: Argentina acaricia el triunfo, se hunde, vuelve a resurgir, vuelve a caer. Aún espera el triunfo terminante, porque al final un país no es un partido de fútbol. La gente sale poco a poco de sus casas y puebla la calle. Ya no fue posible caminar por las primordiales avenidas, de tanta alegría. Estallaron de gente los aledaños del Obelisco, el epicentro de las celebraciones porteñas. La celebración durará días.

Así festejaron los aficionados al final del juego.

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Miles y miles de apasionados celebran en las calles de la ciudad de Buenos Aires.Los instante de angustia que se fueron viviendo.

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