Aunque es en los últimos meses cuando más se ha empezado a hablar del síndrome del trabajador quemado (burnout en inglés), no es nuevo. En 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo reconoció como un riesgo laboral. Dos años y una pandemia después, el problema no ha hecho más que empeorar. La solución va más allá de encontrar un buen equilibrio entre la vida personal y laboral, hace falta un cambio cultural.
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